Para centrarnos en el área que verdaderamente nos interesa como docentes, recordemos el planteamiento inicial de esta serie de entregas:
Qué es más importante para el profesor que, de una u otra forma, está relacionado con la interpretación vocal o instrumental: ¿enseñar a interpretar?, o ¿enseñar a hacerlo en el ámbito escénico? Creo que la elección inequívoca y sin excepción es la segunda opción: enseñar a interpretar en el escenario. Pero, ¿esta determinación en la respuesta es comparable al tratamiento que hacemos del espacio escénico en nuestra forma de entender el proceso de enseñanza y aprendizaje?, ¿es una prioridad real en nuestro magisterio?, ¿es un aspecto de nuestro ámbito educativo que tratamos con perspectiva temporal?, o ¿es un aprendizaje que presuponemos debe generarse en el estudiante de manera espontánea?...
Evidentemente, las respuestas a esta serie de preguntas serían múltiples y variadas según cada profesor, pero estoy seguro de no equivocarme al afirmar que un alto porcentaje de docentes, cuyo magisterio tiene que ver con el escenario, no contempla ni de lejos la
educación emocional como una competencia imprescindible para la interpretación escénica y que, por lo tanto, requiere ser enseñada y ejercitada a lo largo del tiempo, para, finalmente, ser puesta de manifiesto en el escenario a través de audiciones, conciertos o representaciones académicas.
educación emocional como una competencia imprescindible para la interpretación escénica y que, por lo tanto, requiere ser enseñada y ejercitada a lo largo del tiempo, para, finalmente, ser puesta de manifiesto en el escenario a través de audiciones, conciertos o representaciones académicas.
La triste realidad de los centros de enseñanza musical en el ámbito escénico es que, salvo los que están dotados de manera innata de esta capacidad, el paso por el escenario es una experiencia realmente nefasta para la mayoría de los alumnos, como ya expresaba en la primera entrega de este artículo, cuando realmente debiera de ser el momento más esperado, más anhelado, la culminación de un proyecto artístico.
Veamos, pues, qué paliativo podemos aportar a esta situación, considerando que el ámbito en el que nos encontramos es el de artículo de revista especializada y, en consecuencia, no es apropiado ni conveniente extenderse en exceso.
El aprendizaje social y emocional está fundamentado en varios elementos que requieren de un tratamiento permanente y progresivo, y que no debemos circunscribir únicamente al ámbito escolar, pues la familia es fundamental en el inicio, desarrollo y consolidación de la Inteligencia Emocional del niño.
Saludables hábitos alimenticios, conocimiento y práctica de técnicas de respiración, relajación y expresión corporal son algunos de los aspectos previos a una sólida formación emocional y social, sin embargo, no son los que aquí vamos a abordar, como ya dije, por la limitación del contexto literario.
El conocimiento y dominio de nuestro mundo interior, es la meta a la que debe aspirar todo aquel que busque una evidente mejoría en el ámbito escénico, algo que no sólo redundaría en su evolución como profesional sino también como persona. Efectivamente, factores fundamentalmente psicológicos son los causantes de fracasos y frustraciones escénicas: preocupaciones, miedo, ansiedad, pensamientos negativos, y un sinfín de inconvenientes psicológicos que configuran un mundo interior caótico e incontrolado, responsable de transformar tiempo y dedicación en una auténtica caricatura del genuino saber hacer instrumental o vocal del alumno. Por ello, el conocimiento y transformación de ese interior psicológico de cada persona es una de las primeras metas en cualquier planteamiento SEL (Social and Emotional Learning).
Hablar de “mundo interior” puede parecer una empresa demasiado pretenciosa -algo que no está muy lejos de la realidad-, no obstante, y como introducción a este fascinante universo, voy a dar una serie de pinceladas que pueden poner en el camino a aquéllos que quieran profundizar en este terreno. De manera sencilla, diremos que el mundo interior es todo aquello que no es perceptible por los cinco sentidos conocidos -vista, oído, olfato, gusto y tacto-, sino por nuestra capacidad de atención consciente; me estoy refiriendo a todo ese conjunto de pensamientos, sentimientos, emociones, recuerdos… que constituyen la diaria y bulliciosa realidad de nuestro cotidiano vivir.
A pesar de creer que tenemos “control” sobre nuestra vida interior, tal percepción realmente no deja de ser una “ilusión”, pues si nos paramos a observar por un instante qué ocurre en nuestro interior psicológico, podremos observar pensamientos que se atropellan unos a otros, sentimientos encontrados, emociones incontroladas… agitación, en suma, y, sobre todo, ausencia absoluta de silencio, quietud y serenidad. Si alguien que está leyendo estas palabras se sintiera ofendido por esta desconcertante y desagradable noticia sobre nosotros mismos o, sencillamente, lo pusiera en duda, le animo a que permanezca un minúsculo minuto en total quietud interior, el resultado de este pequeño ejercicio dará la razón a una u otra parte.
Por lo tanto, un primer paso en este sentido será tolerar nuestra realidad psicológica y, a partir de esa aceptación, comenzar un programa de reeducación de nuestra actividad interior que, básicamente, consiste en ir tomando poco a poco las riendas de nuestra propia existencia. Este arduo trabajo implica una voluntad permanente y unas pautas eficaces que permitan ir consiguiendo progresos de manera paulatina. Para ello disponemos de dos campos de entrenamiento: la vida activa, es decir, nuestra propia vida familiar, laboral, social…, y la vida íntima, o sea, la que se manifiesta de piel hacia dentro. Para el primer campo de entrenamiento, un instrumento de indudable valor es la observación consciente y permanente, tomar conciencia de lo que ocurre en nuestro entorno cercano, ser más conscientes de nuestra vida y de lo que ocurre a nuestro alrededor, evitando reaccionar de manera automática ante las diferentes situaciones que la misma vida nos pone a cada instante, aplicando una creciente dosis de reflexión, cordura y sentido común a nuestras respuestas -pensamientos, emociones, palabras o acciones-. Para el segundo campo de entrenamiento necesitamos organizar nuestra vida para dedicarnos diariamente un tiempo a nosotros mismos, un tiempo en el que nos encontremos con nuestra realidad íntima, cara a cara, y decidamos qué hacer con nuestra vida a través de la reflexión de nuestras acciones y la discriminación de sus consecuencias. Para ello, y de manera preliminar, es fundamental introducirse en la práctica y dominio de técnicas de respiración y relajación, cuya práctica perseverante acabará dando resultados verdaderamente asombrosos.
Todo este conjunto de estrategias conducen al niño, adolescente o adulto a ir tomando control de su propia vida interior, control de sus pensamientos, control de sus emociones, llegando a tener la capacidad de decidir en cada momento aquello que más conviene aplicar, o que más conviene desechar para enfrentar de manera satisfactoria y eficiente una situación, en el caso que nos ocupa, escénica.
Por ello, convendremos en afirmar la necesidad de introducir de manera sistemática y progresiva esta serie de pautas en los procesos de enseñanza y aprendizaje de nuestras disciplinas instrumentales y vocales.
Sin embargo, hay otro aspecto, no menos importante cuya resolución puede ayudar a resolver parte de los inconvenientes que hemos desglosado anteriormente: el estudio. Evidentemente, alguien que tenga un gran control de su vida interior y que no estudie de manera eficiente y suficiente su instrumento musical, no va a conseguir aplicar con éxito su competencia emocional en el escenario debido a que le faltaría la base, el trabajo, el estudio de las obras del repertorio.
Por lo tanto, y como corolario a este artículo, concluyo afirmando que dominio emocional y trabajo eficiente son las claves para el éxito total en el ámbito escénico. Espero que este boceto preliminar a un verdadero programa SEL sirva, al menos, para despertar inquietudes e iniciar una andadura que lleve a nuestros estudiantes a conseguir sus metas profesionales y, lo que es más importante, a disfrutar en el escenario, compartiendo con el público las maravillosas experiencias que la música despierta mediante la interpretación plenamente consciente.
JAC
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Extraordinario artículo, gracias Jose Antonio.
ResponderEliminarMe alegro que hayas tocado este tema. Hace ya tiempo que planteé al CEP que pudiéramos hacer un curso sobre inteligencia emocional aplicadas a conservatorios.
ResponderEliminarSon mil y un motivos por lo que la inteligencia emocional ha de ser tenida en cuenta en los conservatorios. Puede parecer que crecer y adquirir un alto grado de inteligencia emocional ligado al comportamiento social es algo que va con la enseñanza general, y además, para más señas en aquellos centros de entornos problemáticos. Por favor ¿a un conservatorio van alumnos con problemas? Pues va a ser que sí, porque no serán los obvios derivados de una marginalidad o entornos que no valoran la educación. Sólo un pequeño repaso a algunos de los aspectos a tratar en la atención a la diversidad nos pone en aviso que podemos tener casos en nuestras aulas, desde hiperactividad, conductas antisociales o incluso altas capacidades intelectuales que nos pide una preparación que nadie nos ha dado ni exigido para ejercer.
Pero no era esto a lo que quería llegar. Quiero poner el acento en la importancia de la inteligencia emocional y la cantidad de asignaturas en donde hay una relación profesor/alumno de 1/1... ¿en cuantas enseñanzas se da esta situación? Sin duda es una relación muy directa entre dos personas durante una hora.
Esto supone un potencial educativo y también una responsabilidad en que se puede tener en muy en cuenta el desarrollo de la inteligencia emocional... ¡si sabe hacer bien!
Habrá que seguir profundizando en el tema, pero deberíamos empezar por pasar al plano activo, y que hubieran especialistas que nos puedan ejemplificar y ofrecer estrategias concretas para aplicar en el aula.
Respecto a la preparación al concierto, estoy de acuerdo que se debe tener conciencia de que se prepara para interpretar en público. Es como si un niño o una niña que se apuntan a un equipo de voleibol o baloncesto, fueran solo a entrenar, día tras día, ensayando jugadas para hacerlas con éxito en algún momento... pero nunca participara en los partidos.
Este absurdo es el que se da en los conservatorios (de música, no en los de danza), porque no se trata que los profesores no organicen "partidos"... es que los alumnos/as sólo se conforman con las "sesiones de entrenamiento" (bueno, algunos de sus profesores tampoco organizan "partidos" o sólo "partidos" en los que juegan los "seleccionados"
Claro que todo esto se puede cambiar si se plantean las estrategias de aprendizaje de otro modo. Para empezar, podríamos conseguir que nuestros alumnos sueñen con estar dando un concierto en una sala importante con su pieza favorita, en vez de estar pensando que mañana es la clase de instrumento...¡y no he estudiado!
Muy interesante el artículo. Espero que lo lean muchos compañeros/as
Saludos a todos los visitantes del blog