viernes, 30 de enero de 2009

Falsas expectativas

Hace poco tiempo tuve una conversación con un compañero de mi centro de trabajo, a quien tengo en gran estima, en la que me manifestaba su sentimiento de frustración en el desempeño de su labor docente. Uno de los motivos de su estado de ánimo, por no decir el único, tiene su origen en la paradoja que se produce al enfrentar la denominación categórica de “conservatorio profesional” y la formación adquirida por los alumnos al final del tramo curricular (previo a los estudios superiores).

Un alumno, cuando acaba los estudios de enseñanzas profesionales (como se les denomina ahora) —se preguntaba mi interlocutor—, es profesional ¿de qué? Nos estamos engañando a nosotros mismos pensando que estamos preparando a profesionales del mañana (si quiera a algunos), cuando la realidad es otra muy distinta y triste, ya por falta de estudios, falta de reconocimiento, falta de nivel, falta de coordinación y comprensión de las demás enseñanzas, falta de motivación interna del mismo centro, falta de, falta de, falta de...
Ciertamente, la única posibilidad profesional habilitada por el título obtenido al final del grado medio (ahora enseñanzas profesionales) es solicitar trabajo en una escuela de música, digo solicitar porque las escuelas de música no están obligadas a realizar ningún tipo de prueba para contratar al personal docente, generalmente, el sistema generalizado de contratación del profesorado es directa, es decir, que las referencias del solicitante son decisivas; lo que no quita que en algunos casos se realicen pruebas selectivas para contratación del profesorado. Quiero, con este comentario, incidir sobre la dificultad que puede suponer ejercer como profesor con el título profesional como único aval.
A los conservatorios profesionales de música, que en el caso de Andalucía albergan los tramos elemental y medio, acuden alumnos de 8 años para acceder a los estudios de grado elemental, desarrollados a lo largo de 4 cursos, y de 12 años para acceder al grado medio (ahora enseñanza profesional), a lo largo de 6 cursos. El claustro de profesores en este tipo de centros lo constituyen profesores que, después de haber concluido sus estudios superiores y de haber preparado y superado la oposición pertinente, inician (continúan en algunos casos) su labor educativa impartiendo enseñanza de grado elemental y/o medio (ahora profesional). ¡Qué pesado con lo de “ahora profesional”! No es que se me haya estropeado el corrector gramatical, ¡no! (no lo uso); no es que no me haya dado cuenta de la reiteración, ¡no!, es un acto deliberado para llamar la atención sobre ese término: profesional. ¡Otra vez la terminología! (remito al lector a otro de mis artículos: “Sobre interpretación”).
Veamos qué interrogantes suscita este término en la mayoría de los profesores que imparten esta enseñanza:
1. ¿Nuestros alumnos acuden a los conservatorios profesionales de música con la intención de ser músicos profesionales? ¡No! La gran mayoría no tiene la menor idea de lo que podría ser su futura dedicación profesional (pero, ni dentro ni fuera del conservatorio). Sólo hay tres categorías de alumnos candidatos a intentar seguir los estudios superiores, a saber:
a) Los que, con condiciones musicales, afición y mucho interés lo tienen muy claro desde determinada edad (antes de concluir las enseñanzas profesionales).
b) Los que han llegado a la universidad antes de concluir las enseñanzas profesionales y se dan cuenta que lo que realmente les gusta y a lo que quieren dedicarse es la música.
c) Los que habiendo realizado los estudios profesionales, en paralelo con la enseñanza general, descubren a última hora que lo que antes fueron estudios de "formación complementaria o cultural", podrían convertirse en salida profesional.
Posiblemente si digo que la suma de estas tres categorías de alumnos pueda suponer entre un 5% y un 10% del total del alumnado de un centro, quizás esté siendo generoso con la estadística.
2. Suponiendo que un alumno concluya sus estudios profesionales en un conservatorio de música, ¿a qué puestos de trabajo tiene acceso con su capacitación (título profesional) en el actual mercado de trabajo? La única salida laboral que el título profesional ofrece a un egresado de enseñanzas profesionales (es decir, sin titulación superior) es trabajar como profesor en una escuela de música, única y exclusivamente. En cambio, profesiones de actualidad como técnico de sonido, montador musical, músico de jazz, músico de cámara (¡ni siquiera eso!, debido a la catastrófica gestión que hace la administración educativa con esta importantísima asignatura), arreglista, músico publicitario, música de cine, experto en edición musical, vídeo y audio..., se nutren de otras canteras que no las del conservatorio profesional, porque estas disciplinas o campos musicales no están contempladas ni de lejos en los planes de estudio de nuestras enseñanzas. ¿Tiene sentido tantas horas de estudio, tanta diversificación curricular, tantos años, tanto esfuerzo ..., ¡para tan poco!? Algún lector podrá estar pensando que, al menos, el resto de alumnos que no siguen profesionalmente el camino de la música, acaben siendo grandes o, al menos, buenos aficionados. ¡Tampoco! En la gran mayoría de los casos, y dado que el diseño curricular al que nos debemos es un “querer y no poder”, la asfixia a la que están sometidos los alumnos ante la gran cantidad de asignaturas que deben cursar a lo largo de los 6 años y el nivel (mínimo, dicho sea de paso) que se exige para justificar “lo profesional” de nuestras enseñanzas, no suele dejarles un buen recuerdo musical de su paso por el conservatorio (siempre hay honrosas excepciones), si no es por alguna experiencia puntual, o por una afición ya aquilatada anteriormente.
3. ¿Realmente la administración educativa se cree de verdad lo de “profesional”? ¿En verdad piensa el político de turno responsable de la educación que la formación recibida por nuestros alumnos al finalizar las enseñanzas profesionales es todo lo que nosotros, los profesores, podemos enseñarles? ¿Realmente alguien quiere saber qué ocurriría si los profesores de los conservatorios profesionales decidiéramos formar profesionalmente ¡de verdad! a nuestros alumnos, teniendo que compaginar estudios de régimen general? Pues ocurriría que cerrarían la mayoría (por no decir la totalidad) de los centros por falta de alumnos.
Señores encargados de gestionar la educación musical, antes de utilizar una terminología que designe un tipo de enseñanza:
¡Sean prudentes!, porque están jugando con las expectativas y las ilusiones de profesionales de la música, estudiantes y familias de estudiantes.
¡Sean honestos, y consecuentes en sus planteamientos!, y si hay que seguir llamando a nuestras enseñanzas de “grado medio”, pues ¡déjenlo así!, no quieran hacer aparentar lo que no son, ya que, por lo visto, no están dispuestos a hacer una reforma de verdad, para que el término sea consecuente con su significado.
¡Basta de eufemismos y de chovinismo semántico!
¡Basta de terminología hueca y falsa!
¿Profesionales de qué? Un estudiante que obtiene el título profesional de música, quizás pudiera o debiera demandar a la administración por publicidad engañosa o por incumplimiento de contrato, porque después del calvario de estudios (remito al lector a otro de mis artículos: “¿Crisis: sólo económica?”), de sortear todo tipo de dificultades y de conseguir el “magnífico cartoncito”, nos enteramos que de trabajar nada y, en todo caso, ¡ponte a la cola para ver si hay suerte de poder entrar en una escuela de música a tiempo parcial!
4. Y por último, ¿qué expectativas genera el término en nosotros, los profesionales de estas enseñanzas? Lamentablemente hay profesores que, con toda su ilusión e ingenuidad, se toman “a pie juntillas” lo de “profesional” y acuden a los conservatorios, por primera vez, después de aprobar las oposiciones o, incluso, pidiendo excedencia en formaciones orquestales, para aventurarse en el maravilloso mundo de la educación, pensando que van a poder desarrollar y compartir sus conocimientos con alumnos que podrían ser futuros profesionales. Pues los primeros, si no saben digerir y transformar esta realidad, acaban con una indeseable y funesta compañera, la frustración; y los segundos no suelen durar más de dos cursos académicos, regresando a sus orquestas espantados del panorama educativo.
Efectivamente, la expectativa de desarrollar una labor docente profesional es falsa, es una vana ilusión, un fuego fatuo, luces de San Telmo que brillan en su inconsistencia y desaparecen a la luz del Sol: la luz de la realidad.
Por lo tanto, estimados docentes, si queréis el humilde consejo de un profesor que ya ha cumplido sus bodas de plata con la educación y sigue con renovada ilusión su trabajo en la enseñanza musical, moderad las expectativas y trabajad sobre la realidad, y la realidad es que, tal y como están planteadas las enseñanzas musicales, lo más que se puede conseguir de un alumno medio (¡como si existiese esa categoría de alumnos!) es hacerle un buen aficionado, no porque el sistema educativo te lo ponga fácil, sino porque sepas trasmitirle tu amor e ilusión por la música; pero no sólo un aficionado que aprecie la música, sino que disfrute haciéndola. Y estar “ojo avizor”, por si algún día el talento llama a la puerta de nuestro aula, porque ése es el momento de empezar a trabajar profesionalmente.
Dedicado a mi estimado compañero, cuyos sinceros sentimientos sirvieron de base a este artículo.
JAC

miércoles, 28 de enero de 2009

Pitos y palmas


NOTA PREVIA:

Este artículo es menester entenderlo en clave autonómica, pues es en Andalucía donde desarrollo mi labor docente, aunque me temo que muchos de los tópicos tratados también podrían ser entendidos en clave estatal.

Después de unos meses de rodaje del “flamante currículo” que nos ha deparado la LOE-LEA (en Andalucía) en el tramo medio (ahora llamado profesional), podemos empezar a sacar algunas conclusiones. Aunque en esta ocasión sólo me centraré en dos asignaturas con las que tengo una relación directa, también daré alguna pincelada sobre el conjunto de las novedades de nuestra enésima ley de educación.
Ante todo quiero manifestar que, en el fondo y bajo mi humilde punto de vista, la LOE-LEA no es un nuevo marco legislativo, no es una verdadera reforma (como hubiera sido de esperar), es la LOGSE a la que se le ha aplicado un tratamiento cosmético para disimular las “arrugas” y que, por su propia condición evanescente, no ha venido a resolver los gravísimos problemas que subyacen en nuestro sistema educativo (general y musical), no sabemos si por incompetencia o por retorcido y perverso interés de la administración educativa.
Lo primero que salta a la vista es el maremagnum de asignaturas, modalidades e itinerarios, el cambio de denominación de algunas de aquéllas y la incorporación de otras nuevas. Considero que este planteamiento educativo es totalmente errado y opuesto al sentido en el que debería hacerse una auténtica reforma. Parece que se busca diversificar y compartimentar cada vez más el conocimiento y, en vez de buscar la conciliación curricular, la síntesis de contenidos, y ¿por qué no?, hasta la reducción de asignaturas (entendida como una reunificación de contenidos), a donde se está llegando es a su dispersión; cuantos más profesores intervienen en un determinado nivel de enseñanza, menos coherente es la formación de un alumno. Las áreas que componen la educación musical son tan afines unas a otras, que cuantos más profesores intervienen en su divulgación, más probable es la contradicción conceptual, la divergencia de enfoque de una misma materia, el solapamiento de contenidos curriculares y, sobre todo, la difuminación paulatina del motivo, el origen o la finalidad por la que un niño y su familia se acercan a un conservatorio: aprender a tocar un instrumento.
Qué lógica tiene que un alumno, después de 10 años de estudios, habiendo cursado unas ¡13 asignaturas diferentes!, se presente a la prueba de acceso a grado superior (especialidad instrumental), y ésta consista en tocar el instrumento 30 minutos, leer a primera vista un fragmento musical y analizar una partitura. ¡Me parece totalmente desproporcionado! Pero no sólo eso, me parece terriblemente injusto para nuestros alumnos (de conservatorios profesionales), pues las mismas oportunidades tienen otros estudiantes que, previa preparación particular con únicamente dos profesores (instrumento y armonía), tienen muchas más ventajas de superar la prueba porque se han centrado durante muchos años (no tantos como los nuestros) en preparar a fondo las tres partes de esta prueba. Pero... ¡pagando!, se dirán muchos. Efectivamente, nuestro sistema público de educación, prima la formación particular animando a quien pueda pagarse dos profesores durante todo este tiempo, poniendo en evidente desventaja a nuestros alumnos (y no sólo en los conservatorios, sino en los estudios generales).
Con este ejemplo quiero poner de manifiesto la absoluta falta de conexión entre el tramo medio y el superior. Algún lector podría rebatirme el argumento al plantear la formación musical media (profesional) como un complemento a la formación general del estudiante. Efectivamente, y no le faltaría razón, pero sinceramente creo que 13 asignaturas para adquirir una formación general musical como parte de su formación cultural es un despropósito y sólo por una razón, porque al finalizar los 10 años de formación académica, la gran mayoría de los conocimientos estudiados en esas 13 asignaturas se han olvidado, lisa y llanamente; y el aprendizaje sedimentado en la formación del alumno, es decir, el sustrato lo que ha quedado en el estudiante (que es en lo que se debería haber centrado su formación musical), se podría haber organizado de una forma muchísimo más racional y coherente y en muchísimo menos tiempo lectivo.
No obstante, como todo en la vida, también podemos hacer una lectura positiva de algunos elementos de la nueva ley. Es el caso de dos nuevas asignaturas que me conciernen directamente: Literatura e Interpretación del Instrumento Principal y Pedagogía Musical. Soy consciente de realizar una valoración que quizás se quede corta pues, además del mayor tiempo lectivo (1h. 30' de clase instrumental) para los alumnos de 5º y 6º, puede que haya otros aspectos positivos de la ley en los que no haya reparado. Agradecería sinceramente a toda persona que haya vislumbrado más aspectos positivos de los que yo he alcanzado a percibir, que me los haga saber, pues me encantaría cambiar la opinión que tengo sobre esta ley de educación.
En cuanto a la primera de las dos asignaturas LIIP (Literatura e Interpretación del Instrumento Principal), no dejo de reconocer que es un acierto haber incorporado al nuevo currículo de las enseñanzas profesionales una asignatura que es una necesidad para paliar el gran desconocimiento que la mayoría de los alumnos tienen de los grandes compositores, de la literatura para el instrumento y de los grandes intérpretes (de cada especialidad instrumental) de todas las épocas. Sin embargo, considero que es tarde para iniciar el contenido de esta asignatura pues, bajo mi punto de vista, el conocimiento del autor, su vida, obra y circunstancias históricas que rodearon su vida, son conocimientos imprescindibles para comprender mínimamente cualquier obra del repertorio instrumental y, como consecuencia, conseguir una interpretación con un mínimo de sentido y dignidad musicales.
No obstante, con el conocimiento que los alumnos hayan ido adquiriendo mediante comentarios y enseñanzas de sus profesores de instrumento, mediante su propia iniciativa y con el deseo de hacer un buen trabajo docente en esta materia, intentaremos paliar y compensar dichas deficiencias.
En cuanto a la segunda de las dos asignaturas, Pedagogía Musical, también aplaudo la iniciativa de la Administración Educativa por haber incorporado al nuevo currículo de las Enseñanzas Profesionales una asignatura que es una necesidad para paliar el gran vacío existente en el tramo curricular intermedio (entre el elemental y el superior), referido a la formación pedagógica inicial de los alumnos, conocimiento que la mayoría de ellos, tarde o temprano, va a necesitar indefectiblemente.
Sin embargo, considero que su planteamiento curricular es extraordinariamente pretencioso por cuanto se refiere a la amplitud de sus objetivos, comprimidos en un sólo curso. Considero que para desarrollar adecuada y eficazmente todos y cada uno de los contenidos que propone el currículo de la asignatura y para que fueran verdaderamente útiles, se requerirían al menos dos cursos (por no decir cuatro), ya que oficialmente, nunca volverán a tratar esta materia aquellos que decidan seguir los estudios musicales pues, al menos hasta ahora, la especialidad de Pedagogía del canto y de los instrumentos sólo se imparte en 6 ó 7 del conjunto de todos los conservatorios superiores del territorio nacional, y ninguno de ellos en Andalucía.
No deja de ser una paradoja, con un triste paralelismo con el anterior ejemplo referido a la prueba de acceso al grado superior, que los alumnos de grado superior estudien entre 18 y 27 asignaturas distribuidas en cuatro años, que su salida inmediata sea la preparación de oposiciones, que en éstas una de las partes que más se valora (programación didáctica y unidades didácticas) sea materia eminentemente pedagógica, ¡y que en ninguna de las especialidades –instrumento, dirección de coro, composición y musicología- haya una asignatura de pedagogía o de didáctica a lo largo de los cuatro años! ¿Qué tienen que hacer nuestros alumnos cuando acaban el grado superior? Empezar a buscar a alguien que les prepare esa prueba que la formación superior ¿¡ha olvidado!?

Sencillamente
inconcebible.


JAC

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