"Master Class" de fin de semana
Es conocida la práctica habitual de nuestros conservatorios de música de "complementar" el currículo de sus especialidades instrumentales -algunas de ellas, sería más justo decir- mediante la esporádica organización de mini-cursos de interpretación, también conocidos como "master class".
La actividad consiste en contratar lo servicios de algún profesional con prestigio en el campo de la especialidad instrumental, para impartir una clase magistral a una serie de alumnos, siempre por sugerencia de algún miembro del departamento -a veces, aprovechando el paso por la ciudad de una figura prestigiosa en la especialidad instrumental- y por acuerdo de la mayoría del mismo.
La finalidad que se persigue es doble: que los alumnos reciban una clase individual de dicho experto, y que los profesores observen cómo se imparte dicha clase. De esta manera, el centro y el departamento quedan doblemente complacidos porque, supuestamente, se está mejorando la formación interpretativa de los alumnos y la calidad docente del profesorado de dicho departamento o especialidad instrumental.
Dicho de esta manera parece que poca reflexión cabe ante esta idílica situación, ya que, en principio, todo el mundo queda satisfecho -alumnos, profesores, padres de alumnos e, incluso, la dirección del centro-.
No obstante, en el único ámbito académico en el que puedo expresar mi opinión al respecto -el departamento de piano al que pertenezco-, así como hacer valer mi voto ante una propuesta de "master class", es conocida mi opinión contraria a su realización.
Pero, ¿qué argumentos se pueden mantener para rechazar algo que, a priori, parece tan aconsejable de realizar para beneficio de la comunidad educativa del centro?
El primer aspecto a estudiar es la EVENTUALIDAD. Los profesores que son contratados para realizar cursos de perfeccionamiento, procedentes de los más diversos puntos geográficos, vienen con la idea de llegar, dar el curso y no volver más. Esto puede resultar chocante, porque si un profesor gusta a profesores y alumnos, ¿por qué no va a volver? Pues porque cuando se plantea hacer un nuevo curso, se busca la variedad (¡¿?!) "Bueno, ese profesor ya estuvo el año pasado, sería conveniente traer a otro diferente", argumento utilizado habitualmente ante cualquier propuesta de continuidad -si es que dar una clase de un año para otro como mínimo se puede considerar como tal-.
Una segunda cuestión sería la UTILIDAD. ¿La realización de este tipo de actividades aporta realmente algún beneficio efectivo, es decir, de calado, tanto a alumnos como a profesores? Si consideramos:
- Que una "master class", habitualmente, se desarrolla a lo largo de uno/dos días
- Que los alumnos que han sido seleccionados por nivel académico -o por otros criterios de selección- van a recibir una sola clase de hora u hora y media
- Que el experto contratado no conoce en absoluto al alumno más que por lo que haya podido deducir al comienzo de la clase después de oírle interpretar una de las piezas del repertorio que estudia y,
- Que el profesor, siendo perfectamente consciente de lo circunstancial de su intervención, no va a "entrar en harina" con ningún alumno, haciendo versar sus indicaciones sobre aspectos técnicos y/o interpretativos de carácter puntual...
... podemos concluir que el grado de aprovechamiento es muy inferior a lo que podría imaginarse.
Un tercer elemento a tener en cuenta sería la EVALUACIÓN. Después de concluido el curso, no se suele realizar un análisis que permita determinar el grado de validez de la actividad, o su proporcionalidad con los recursos y esfuerzos empleados, como por ejemplo, tener una reunión con los alumnos para sondear su grado de satisfacción, además de organizar una reunión de departamento monográfica con el fin de valorar si el curso ha merecido la pena, y si en un futuro sería recomendable repetirlo.
Mi opinión sobre este tipo de "master class" es que para los alumnos que han podido participar en el evento constituye poco más que otro dato para incluir en su todavía incipiente curriculum vitae, y para la dirección del centro y para el departamento que la organiza no deja de ser un ornamento que lucir en la memoria de actividades escénicas de aquélla (dirección), así como en la memoria final de curso de éste (departamento).
Resumiendo, y si se me permite la comparación, este tipo de actividades es parecido al uso de un perfume: se emplea en ocasiones especiales, su aroma es agradable (algunos), es un producto muy efímero y, por último, suele ser muy caro.
JAC