viernes, 3 de abril de 2015

Los dos hermanos o El hortelano del talento (narración-reflexión)

NARRACIÓN

Estando en su lecho de muerte, un padre llamó a sus dos hijos para expresarles su última voluntad sobre el legado más preciado que les dejaría cuando él faltase. Se trataba de una finca hortofruticola, resultado de toda una vida de dedicación y esfuerzo a la pasión de su vida: las plantas. Manifestando una gran equidad en el reparto, la finca sería divida a partes iguales para que los hijos hicieran con su parte lo que consideraran más oportuno.
Los hermanos, a pesar de llevar la misma sangre en sus venas, mostraban inclinaciones muy distintas: uno de ellos, el menor, había manifestado desde muy pequeño el mismo amor hacia las plantas que su padre; en cambio, el otro hermano era más pragmático y se decantaba más por lo mercantil del negocio paterno. 
Llegado el inevitable momento, y a pesar de haber intentado por todos los medios mantener la propiedad como hasta el momento, el hermano mayor no estuvo dispuesto a seguir un negocio que, según su opinión, requería mucha dedicación y reportaba muy pocos beneficios materiales, en suma, no era rentable. Por ello, decidieron construir una cerca que dividía la finca en dos terrenos independientes.
Ciertamente, el hermano mayor tenía parte de razón al argumentar que el trabajo de diversificación que requería la finca del padre era arduo y la recompensa era más "espiritual" que material, puesto que había árboles frutales en pequeñas cantidades pero todos ellos diversos (naranjos, limoneros, pomelos, manzanos, perales...), de la misma manera, en la parte de cultivos había muchos productos hortícolas pero en pequeñas cantidades y, para completar el inventario, la finca albergaba diversas y no pocas plantas aromáticas (ajedrea, salvia, perejil, romero, albahaca, mejorana, hierbabuena, estragón, melisa, eneldo, menta, tomillo, verbena...). 
A pesar de ello, el menor de los hermanos decidió seguir la tradición paterna por la que cada planta tiene sus necesidades y requiere de unos cuidados especiales, aceptando, en consecuencia, un trabajo extremadamente minucioso de observación continua para que cada planta tuviese su temperatura adecuada, su cantidad precisa de luz solar, su grado apropiado de humedad..., evitando cualquier tipo de producto para acelerar el crecimiento de las plantas, utilizando abonos orgánicos naturales, practicando el barbecho y, en definitiva, estando en la mayor armonía posible con la naturaleza para garantizar el desarrollo pleno e idóneo de cada planta.
El hermano mayor, en su afán mercantil, decidió emprender un camino muy diferente. Hizo un estudio de marketing para determinar los productos más demandados en el mercado, y así poder obtener el mayor beneficio posible. No tardó mucho tiempo en darse cuenta que el proceso de producción más ventajoso consistía en abandonar la diversidad hortofruticola, por el monocultivo intensivo, a pesar de tener que cruzar la línea roja sobre la que su padre siempre les advirtió: uso masivo de plaguicidas al ser este tipo de cultivos más susceptible a aparición de elementos patógenos, como consecuencia de lo anterior, desaparición del microbioecosistema, cierta toxicidad de los cultivos, contaminación del medio ambiente, utilización de fertilizantes baratos que permitan rentabilidad a una amplia extensión de suelo agotado por la sobreexplotación...
Pasados los años, los productos del hermano menor eran demandados por su extraordinaria calidad, compromiso con el medio ambiente y excelencia hortofruticola aunque, eso sí, siempre sujetos al doble condicionante de la estacionalidad y de la producción limitada.
Por el contrario, la producción del hermano mayor -que, por cierto, tuvo que expandir la extensión del terreno comprando las fincas limítrofes, a excepción de la de su hermano- eran demandados de manera masiva y en cualquier estación del año.


REFLEXIÓN

Es evidente que este blog no ha cambiado su temática habitual al presentar a sus lectores una historia agraria. Como habrán podido deducir los lectores habituales vuelvo a utilizar el recurso de la metáfora -esta vez a través de una narración- para reflexionar sobre una realidad educativa, ya tratada en alguna otra ocasión, pero que considero que dada su trascendencia humana y social no debemos dejar de incidir sobre ella para ver si acabamos de comprenderla en su totalidad y así poder emprender acciones que lleven a un auténtico y verdadero cambio en este ámbito. Y lo que sigue es el resultado de dicha reflexión.

Efectivamente, las dos situaciones que se presentan en la historia hacen referencia a dos modelos de educación muy diferenciados y que, en consecuencia, persiguen propósitos muy diferentes.

El planteamiento del hermano mayor representa el modelo educativo cuyo lema es "mínimo coste, máxima producción" y que, a pesar de la modernidad con que quieran vestir las sucesivas y partidistas reformas educativas, sigue siendo heredero del modelo educativo surgido a raíz de la revolución industrial del siglo XIX; lo que, en términos educativos, conlleva inexorablemente al sacrificio de la atención a la diversidad, la atención a la individualidad de cada ser humano, por la uniformización del conjunto, por mucho ornato terminológico con el que pretendan convencernos de lo contrario. Esta afirmación puede ser considerada por los "ideólogos y tecnócratas" (de turno) de la educación un absoluto disparate, una aberración pedagógica, pero sólo hace falta abrir los ojos para darse cuenta que lo que nos quieren hacer ver es la conjugación entre la atención a la masa (uniformidad) y la atención al individuo (diversidad), algo que no puede darse, como el aceite no se mezcla con el agua. Esta realidad podemos verla en la enseñanza general (primaria, secundaria y bachillerato) y, por supuesto, en la universidad, es decir, el grueso del sistema educativo. Tengo que decir que esta realidad la podemos encontrar tanto en el ámbito de la escuela pública, de la concertada como de la privada, con excepciones en esta última en la que el trato al alumno es más personalizado y los medios humanos y materiales más apropiados.

La filosofía del hermano menor es otra muy distinta, no importa el tiempo que se tarde en recoger la cosecha, no importa los gastos que genere la atención a las múltiples necesidades de cada planta en particular, no importa que los beneficios obtenidos por este tipo de agricultura sean infinitamente menores que el monocultivo intensivo, lo que importa es que cada planta acabe manifestando lo mejor de su esencia, todo su potencial en esplendorosa plenitud. Si trasladamos el símil al ámbito educativo, creo que queda meridianamente claro de lo que estamos hablando, es algo sumamente trascendental para cada ser humano, se trata de no ser esclavo de las necesidades eventuales de una sociedad hiperconsumista, sino del desarrollo de los potenciales humanos propios de nuestra genuina naturaleza.

Y es, en términos metafóricos, el "hortelano del talento", es decir, el modelo educativo que permite que la educación se centre en el individuo, y haga brotar sus talentos y destrezas para contribuir con ello a construir una sociedad más humana, justa y con ello a una verdadera revolución basada en el progreso interior. Para ello, el profesor tiene que recibir una integral formación profesional, ética, humanística y pedagógica, los centros han de ser dotados de los medios materiales y humanos que sean precisos, las condiciones laborales del cuerpo docente han de ser dignas (confianza administrativa, reconocimiento social, remuneración proporcional...)  Esta realidad podemos verla hecha realidad en el ámbito de la educación general en escuelas alternativas o con metodologías surgidas del ideario de la Nueva Escuela, sobre todo, en otros países en los que la educación es una prioridad nacional; pero también podemos verla hecha realidad, ¡y esto es lo que debería sorprendernos!, al menos en uno de los aspectos imprescindibles para que se produzca -la reducción del ratio, es decir, alumnos por profesor y grupo- en el ámbito de la enseñanza de la música, específicamente, en la disciplina instrumental, donde el ratio es 1/1.

Y precisamente esta circunstancia es la que hace que los que tenemos el privilegio de estar más cerca de la órbita del "hortelano del talento", tomemos conciencia de su trascendencia y hagamos lo que esté en nuestras posibilidades por aprovechar esta oportunidad y desarrollar una enseñanza personalizada altamente humanística, aunque se trate de una disciplina artística, pues no hemos de olvidar, al menos ese es mi convencimiento, que la educación del carácter es la finalidad última de todas y cada una de las disciplinas que participan en ese proyecto de vida que es cada SER humano.

Sé que la reflexión es bastante general y no es por escabullir el bulto, sino por lo extensa de la misma, por lo que emplazo al lector a nuevos artículos en donde abordaré aspectos más concretos que hacen que nuestro modelo educativo esté mucho más cerca del empresario agrícola, que de su hermano el "hortelano del talento".
JAC

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