martes, 8 de abril de 2014

¿Éxito?... ¿Alarma?...


[Martes, 6 de marzo de 2014, 17:00h., Semana conmemorativa del  XXV aniversario de la fundación del Conservatorio Profesional de Música Francisco Guerrero, conferencia,  ponentes Jesús Sánchez Valladares y Pedro Luis Benítez Ortíz, Sala B, aforo 40/50 personas... ]

[Asistencia masiva, imposible contención en espacio previsto, cambio de ubicación, sala de orquesta, asistencia de más de 200 personas -niños, jóvenes y familias-...]


Es evidente que, ante una oferta tan impresionante de actividades a lo largo de toda la semana conmemorativa -más de 200- y, en especial, durante esa tarde, la necesidad de cambiar de lugar una de dichas actividades por asistencia masiva de personas, a priori, puede considerarse un rotundo éxito; sin embargo, si atendemos al título de la conferencia "Cómo superar el miedo escénico", ¿no habría que matizar la anterior consideración?

Bajo mi punto de vista es innegable el mérito de los organizadores al introducir una actividad que ha suscitado el interés de una inmensa mayoría de estudiantes y familias, así como el éxito de participación en la misma. No obstante, y obviando la natural autocomplacencia que pueden provocar estos datos, este hecho debe movernos como profesores a buscar una lectura alternativa más incisiva y reflexiva: ¿cómo es posible que ante una actividad como una conferencia -nada popular entre estudiantes menores de edad, y aún menos si son estudiantes de música y, además, cuyo contenido aborda los procesos psicológicos y emocionales del intérprete- despertó un interés tan manifiesto como inesperado?



[La breve reflexión que sigue, toma como referencia un hecho concreto en un centro determinado, no obstante y sin ningún género de duda, es de aplicación a prácticamente la totalidad del resto de los conservatorios y escuelas de música de nuestro país, con la evidente excepción de los esfuerzos y las iniciativas particulares de profesores y centros.]

La respuesta masiva ante una conferencia cuyo título es "Cómo superar el miedo escénico", nos está diciendo a voces que algo falla ante un hecho ineludible para un músico como es la interpretación en un escenario y ante un público. Esa preocupación -angustia, en muchos casos- ante el hecho escénico, esa evidencia por encontrar "fórmulas" que ayuden a solventar o minimizar los efectos demoledores de una actuación en público mal dirigida y peor planificada, es un indicador incuestionable de la falta de formación de los alumnos en este ámbito: el escenario.

[Ahora podría hacer un ensayo sobre las deficiencias del sistema o, sencillamente, derivar el problema a lo poco que estudian los alumnos, pero no quiero desviar el foco de atención sobre lo que considero que es uno de los principales motivos de esta situación.]

Así pues, considero que -como profesionales de la interpretación musical-, debemos dejar de "mirarnos al ombligo" y ponernos las pilas para abordar de manera inmediata y eficiente este vacío tan evidente en la formación de nuestros estudiantes.

Es cierto que la mayoría de nosotros, los profesores, hemos tenido una formación deficitaria en muchas cosas, y una de ella es la formación escénica, pero eso no justifica que dejemos a nuestros alumnos los mismos vacíos que, a su vez, nuestros profesores dejaron en nuestra formación, o que apelemos a que la vida les irá enseñando como nos ha enseñando a nosotros.

En las últimas décadas se ha avanzado mucho en el campo de las inteligencias múltiples, especialmente en una de ellas: la inteligencia emocional. Hay mucho conocimiento sobre cómo gestionar de manera eficiente las emociones -publicaciones, cursos, conferencias...-, no hay excusa para "mirar hacia otra parte".

Es por ello que los profesores de especialidades instrumentales, especialmente, tenemos la obligación deontológica y profesional  de formarnos -si no lo estamos ya, o estamos en ello- en este ámbito, extraer conclusiones de nuestra propia experiencia y explorar las posibilidades didácticas de la experiencia escénica, todo ello dirigido a ayudar y dirigir a nuestros alumnos hacia la plenitud y la satisfacción de ver culminado un proceso de aprendizaje largo, duro y complejo y, al mismo tiempo, compartirlo generosamente con el público con gozo y con alegría.

JAC


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3 comentarios:

  1. Tu articulo es muy reflexivo y das en la clave, la formacion de los profesores.Tienen que prepararse en el dominio de tecnicas para lograr las habilidades y actitudes pretendidas. Ademas esa autoconfianza lograda va a influir en cualquier faceta de la vida.Presentar una comunicacion o ponencias en congresos, para muchos profesionales muy preparados es un drama que se resuelve con la inhibicion. Luego daria un grito de alarma a los poderes publicos para el apoyo a los programas educativos de entrenamiento de las habilidades socio emocionales . jaimemunozconde

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  2. Felicidades José Antonio. Me ha gustado mucho el artículo. Efectivamente, el éxito de esa actividad denota un cierto fracaso en la formación que damos a nuestros alumnos. Ciertamente necesitamos reconocer nuestras carencias y las limitaciones que generan en ellos pero tambien estoy convencido que la solución no se reduce a proporcionarles herramientas para superar el miedo escénico. Creo que se trata de ir a la base del problema e intentar prevenirlo y para ello es preciso reflexionar sobre qué es la música para nosotros, los profes, y lo que transmitimos a nuestros alumnos. Es difícil disfrutar de la música y compartirla alegre y generosamente con los demás si sólo concevimos el acto escénico como el fin de un proceso de aprendizaje largo, duro y complejo. En un centro educativo como el nuestro, público y de enseñanzas básicas y profesionales, quizás la cuestión sería abordar los estudios musicales con mayor realismo, teniendo más en cuenta los intereses, necesidades y circunstancias de nuestros alumnos y evitando contribuir a generarles inseguridades y sufrimientos innecesarios. De esta forma les resultaría más fácil disfrutar de la música, de su instrumento y compartirla sin complejos y de forma alegre, sencilla y natural. José Lucas Rodríguez

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  3. Cómo me alegro de volver por tu blog, José Antonio. Cuando leo tus artículos y veo cada una de las palabras que escribes en cada uno de los muchos ámbitos de estudio y de trabajo a los que te dedicas, me viene al cuerpo una agradecida sensación de estar en un "oasis", afortunadamente existente dentro del desierto de lo que yo llamo "mundo conservatorial". Traes esperanza a nuevas generaciones como la mía, aunque, sinceramente, no hay muchos compañeros y compañeras dispuestos a dedicarse a hacer algo más que ganar un buen sueldo (lo de que ese sueldo se derive de eso que llaman "enseñar"... es, entiéndase mi ironía, lo de menos). Yo he sufrido siempre, por mi carácter, entre otras cosas, al pensar en subirme a un escenario a tocar, porque lo primero que no se hace es concienciar a los alumnos del propio deleite de la música, no se les inculca una intención comunicativa entre sí mismo y el público, sino aquello de "hazlo bien porque si te equivocas todo el mundo va a pensar mal". Y ahí es donde continuamente, desde mi punto de vista, empezamos a insultar a la propia música, convirtiéndola en protocolos vacíos que, obviamente, son necesarios para el correcto desarrollo de la actividad y para ofrecer al público un espectáculo coherente, pero que dejan de tener sentido en el momento en el que el fin lúdico y artístico de la música se pierde. Yo, ahora que he descubierto el Teatro Musical y he conseguido desprenderme, no totalmente, de ese sufrimiento gratuito relacionado con el escenario, entiendo que un artista no puede mostrarse si no está dispuesto a disfrutar de su trabajo. ¡Enhorabuena por tu artículo! Espero que le sigan muchos más.

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