En cierta ocasión una corpulenta rana y una vivaracha ranita saltaban juntas hasta que tuvieron la desgracia de caer dentro de un balde de leche fresca. Estuvieron nadando horas y horas con la esperanza de salir de alguna manera, pero las paredes del balde eran empinadas y resbaladizas, por lo cual la muerte parecía inminente.
Cuando ya la rana grande estaba completamente agotada, perdió el valor. No había esperanza alguna de salvación.
- ¿Por qué seguir luchando contra lo inevitable?, ya no puedo nadar más -se lamentó.
- ¡Sigue, sigue, no te detengas! -le dijo la ranita, que seguía dando vueltas y vueltas alrededor del balde.
Y así continuaron por un tiempo. Pero la rana grande decidió que ya no valía la pena persistir.
- Hermanita, más vale que nos demos por vencidas -murmuró la rana grande-, voy a abandonar la lucha.
Así pues, la ranita quedó sola y pensando: Si abandonar la batalla significa entregarme a la muerte, yo seguiré nadando. Dos horas más transcurrieron y las pequeñas y delgadas patitas de la decidida ranita estaban casi paralizadas por el agotamiento, y parecía que no podrían moverse un minuto más.
Pero luego reflexionó en su amiga ya muerta y se dijo: Abandonar la lucha significa una muerte segura, así que seguiré peleando hasta que muera, si la muerte ha de llegar, pero no abandonaré mis esfuerzos, ¡mientras hay vida, hay esperanza!
Plena de determinación, la ranita siguió nadando en círculos, una y otra vez, dentro del balde, agitando la leche en pequeñas olas. Después de un rato, cuando ya se sentía completamente agotada y creía que estaba a punto de ahogarse, repentinamente sintió algo sólido bajo sus patitas. Con gran sorpresa advirtió que estaba descansando sobre un trozo de mantequilla que se había formado al batir la leche con su incesante pataleo. Y así, la exitosa ranita saltó fuera del balde de leche hacia su libertad.
En el comienzo de este nuevo curso, me ha parecido oportuno traer a colación este cuento tradicional indio que, a modo de fábula, nos sugiere una reflexión sobre uno de los valores fundamentales para conseguir el éxito en cualquier empresa que el ser humano se proponga -y, en especial, en el ámbito del aprendizaje musical-: LA PERSEVERANCIA.
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En 1992, en uno de los capítulos de mi libro "Tocar un instrumento", hablando de las actitudes del alumno que pueden favorecer su proceso de aprendizaje, escribía lo siguiente:
La desesperación, a veces, es la “recompensa” a un arduo esfuerzo en tiempo empleado y trabajo realizado en alcanzar algún objetivo o conseguir resolver alguna dificultad o irregularidad surgida a lo largo de la jornada de estudio. Sin embargo, debemos comprender que cualquier proceso de la naturaleza lleva un cauce y un desarrollo natural, y que donde hoy plantamos una semilla, mañana no habrá un arbusto y menos un árbol.
Si aplicamos esta realidad al proceso natural del aprendizaje, comprenderemos que no hay motivo de desesperación sabiendo que todo trabajo bien dirigido y realizado, necesariamente debe dar sus frutos, aunque a veces éstos tarden en llegar.
Efectivamente, la reflexión anterior -después de casi un cuarto de siglo después- mantiene plena su vigencia por cuanto que el uso de las tecnologías de la información y la comunicación en la que se encuentra imbuida nuestra sociedad -y con ella, y muy especialmente, los niños y los jóvenes-, está contribuyendo a consolidar, como consecuencia colateral a los beneficios que de ella se obtienen, un singular tipo de contravalor: la cultura de la inmediatez. Internet, la telefonía móvil, los video-juegos, las cámaras digitales, las videocámaras... fomentan el hábito de conseguir, casi de manera inmediata, la finalidad perseguida. Y sin darnos cuenta, este hábito se está transfiriendo a todos los ámbitos de la vida -y, en especial, al educativo-, provocando conductas agresivas -ansiedad, nerviosismo, irritación, exasperación, enfado...- ante cualquier frustración provocada por el retraso en la recepción de la información solicitada.
- El fomento de una disciplina de trabajo desde muy pequeños -familia y profesores-
- El desarrollo de una voluntad firme por parte del alumno -y con ayuda de la familia- que permita mantener activa y dinámica esa disciplina
- El cultivo de la perseverancia como infalible garantía para seguir adelante aunque los resultados no lleguen de manera inmediata, o cuando consideramos que deben llegar.
No se trata sólo de ser pacientes, sino de movilizar desde dentro un impulso motivador sabiendo que, tarde o temprano, nos conduce a la consecución del fin por el que se lucha.
Es posible que alguien que esté leyendo esta reflexión piense -y no sin parte de razón- que nuestra disciplina instrumental requiere aptitudes que sólo la capacidad de trabajo y la perseverancia no pueden suplantar. Pero, no es menos cierto que, muy frecuentemente, el talento está enterrado como un tesoro, y la única forma de llegar a él es acudiendo a una herramienta tan simple y vulgar -como efectiva- como es una pala, para ponernos a buscar, y encontrar, finalmente, nuestro tesoro oculto.
Además -y para ello acudo a mi experiencia de más de tres décadas en la enseñanza de la interpretación instrumental-, los resultados musicales son más espectaculares y más frecuentes en alumnos que aparentemente son menos talentosos pero que muestran una perseverancia encomiable en la consecución de su propósito, que en aquellos otros que, confiados por sus buenas condiciones -como la liebre ante la tortuga-, desperdician su talento por falta de trabajo y de perseverancia.
Para finalizar, dedico la siguiente sentencia a todos los estudiantes cualquiera que fuere su nivel y rama del saber:
Si pones tu corazón en llegar a una meta, ninguna empresa te resultará inalcanzable.
JAC
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Precioso artículo para iniciar el curso. José Antonio, comparto tus comentarios y estoy convencido de la eficacia de la enseñanza de la música para generar en los niños y jóvenes herramientas como la perseverancia, la voluntad y la disciplina con las que compensar la cultura de la inmediatez con la que nos envuelve la sociedad del internet, los móviles y los videojuegos. También creo en los beneficios que nos aporta la tecnología y pienso que, además de servirnos de ella, deberíamos estudiar los recursos que emplea, especialmente los videojuegos, y utilizarlos para ayudarnos a captar la atención de nuestros alumnos, para aumentar su motivación, para animarles a cooperar con los compañeros y para estimular la generación de ideas propias y la resolución de problemas.
ResponderEliminarJosé Lucas Rodríguez
José Antonio, estupendo y acertado artículo para un comienzo de curso. Casualmente he estado leyendo hace poco un libro, "El círculo de la motivación" (el cual recomiendo completamente), de Valentín Fuster, en el que relata un interesante experimento llevado hace años sobre un grupo de niños sobre lo que llamaban la "capacidad de aplazar el premio". A los niños se les daban chucherías, y se les decía que podían hacer lo que quisieran, pero que si en lugar de comerlas inmediatamente esperaban un tiempo, al cabo de ese tiempo se les darían más. En un seguimiento posterior se vio que aquellos niños que eran capaces de controlar ese impulso de la inmediatez del que hablas en tu artículo, a largo plazo terminaban obteniendo mejores resultados académicos que otros aparentemente intelectualmente más dotados.
ResponderEliminarP.D.Un abrazo de tu ya muy antiguo alumno.Pablo.
Gracias por tus palabras, recibe un fuerte abrazo.
ResponderEliminarAdonis.
Muy buena reflexión, gracias por compartirla.
ResponderEliminarun abrazo
M.Carmen Rodríguez
A veces nos encontramos en el mismo balde de leche metidos, algunos saben nadar, otros no pero lo intentan, otros prefieren el final. Sin embargo la motivación y el tener un claro objetivo final hacen que incluso aquellos que no saben nadar conviertan esa leche en mantequilla sin apenas saberlo. Ojalá muchos de nuestros niños este curso hagan varias toneladas de mantequilla, mi labor será una vez mas motivarles en la medida de lo posible y si no les compraré un flotador¡¡¡¡¡ gracias por tus palabras y reflexiones, un fuerte abrazo compañero de pluma¡¡¡
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