jueves, 29 de noviembre de 2012

¿Qué pasa con las escuelas de música?

La Música, como lenguaje universal, 
tiene un profundo valor estético: 
es necesaria para la vida cotidiana del hombre
 porque se basa en la escucha recíproca y
 de ahí la importancia de la educación musical que, 
en realidad, es la educación del hombre
CLAUDIO ABBADO

La práctica de la Música, junto a la Poesía y el Teatro, ocupó un lugar privilegiado en el cotidiano vivir de la antigua Grecia. El reconocimiento de su capacidad para modelar el éthos del individuo mediante el cultivo y desarrollo de valores universales de conducta hizo de su enseñanza un aspecto fundamental de su sistema educativo. Y es que, al igual que en otras cosmogonías -incluso más antiguas y también posteriores-, los filósofos griegos atribuían la creación del universo al efecto del Sonido Primigenio. Por tal motivo, esa imagen del poder creador de la música convirtió la educación de la música en un arte que trasmite valores y, en consecuencia, una disciplina fundamental para la formación íntegra y equilibrada del ser humano, finalidades últimas de la educación antigua.


Alguno de nosotros, especialmente los que nos dedicamos al arte de los sonidos, miraremos con cierta nostalgia una consideración tal sobre el valor de la música en la formación integral del ser humano, pues de aquella esplendorosa concepción no queda más que un mortecino fuego fatuo que ornamenta el currículo de la enseñanza general, y una mínima consideración de los gobiernos -por pura necesidad cultural- en cuanto al estudio profesional de la música. 

¿Qué ha pasado, entonces, desde aquella época dorada hasta nuestra precaria actualidad, en cuanto a la consideración del valor de la música en la educación, así como del valor de la educación de la música?

Realmente han ocurrido muchas cosas pero, aún cuando no es mi intención realizar un estudio de la historia de la música y de sus implicaciones en la educación general, no podemos sustraernos al hecho evidente -desde la irrupción de la Ilustración- de un proceso de retracción de la educación en valores, en beneficio de una atención creciente y desmesurada -desde la revolución industrial, en cuyos efectos aún estamos sumidos- a las necesidades crecientes de una sociedad extraordinariamente desarrollada tecnológicamente. Por lo que la ecuación es simple, las materias o disciplinas académicas relacionadas con la ciencia están en la cúspide de la pirámide, más abajo están las humanidades, y debajo de ambas las artes. El motor que ha llevado todo esto adelante ha sido el denominado currículo, es decir, un modelo educativo que permite la organización de la educación en función de unas necesidades específicas de la sociedad.

A grandes rasgos y simplificándolo mucho, históricamente, la teoría del currículo ha tenido dos interpretaciones que, a su vez, han dado lugar a los dos tipos de modelo de escuela que predominan en los países desarrollados: el currículo técnico, en el que se busca un producto -planificado previamente- como consecuencia de los aprendizajes de determinadas disciplinas; y el currículo humanista en cuyos procesos de enseñanza y aprendizaje se sitúa al niño/joven como epicentro de los mismos, y su finalidad es el desarrollo de las capacidades intrínsecas de cada ser humano, en cuya consecución se utilizan las diferentes disciplinas como medios o instrumentos.

En nuestro país, España, en términos absolutos, aunque la extensa normativa en ocasiones pretenda adornarlo o "camuflarlo", el enfoque oficial que se le da a la educación general -incluida la música- es el técnico, es decir, el proceso educativo se centra en la disciplina per se. Son muy pocos los centros educativos -prácticamente privados todos ellos- que aplican en parte o en su totalidad un currículo humanista -de alguna manera encubierto, ya que toda la educación debe estar "sometida" al currículo oficial-, en los que se atiende a la formación integral del alumno descubriendo y fomentando sus capacidades. 

En el caso de la música nos encontramos con dos tipos de "establecimientos" dispensadores de educación o formación musical:
  • Conservatorios de Música, instituciones que desde su creación -hace más de cinco siglos-, basan su trabajo en la formación de músicos que pueden llegar a ser profesionales, es decir, que los conocimientos y habilidades desarrollados permitan al estudiante que culmina sus estudios superiores poder ganarse la vida de manera digna desarrollando su profesión musical.
  • Escuelas de Música, centros de educación musical que, fundamentalmente, acogen a aficionados e hijos de aficionados, cuya primera intención al acercarse a estas instituciones es la de aprender a tocar un instrumento para disfrutar como verdadero aficionado activo, siendo que algunos de ellos, finalmente, continúan con éxito sus estudios medios y superiores de música.  
Ambos, conservatorios de música y escuelas de música, están sujetos a la normativa vigente cuya fundamentación ideológica, como ya hemos visto, es la teoría del currículo, pero en el caso de las escuelas de música, al ser centros que no dependen económicamente de la administración educativa, tienen un tratamiento más flexible en la aplicación de este modelo educativo, al margen de su propia normativa específica en la que se permite un grado mayor de adaptación a las necesidades de la comunidad próxima.

Este hecho induce a los conservatorios, en donde supuestamente se ofrece una formación profesional, a tener que desarrollar su currículo con niños desde 8 años -quienes no tienen ni remota idea sobre su mayor o menor afinidad e interés acerca de su ocupación profesional futura- hecho que plantea un conflicto académico en estos centros en cuanto que, por lo general, el nivel de exigencia de un supuesto centro profesional está muy lejos de lo que se puede exigir actualmente a los alumnos de un conservatorio, especialmente si el centro es elemental y profesional conjuntamente. 

Para muchos niños y adultos -que difícilmente siquiera tienen acceso a estos centros, fundamentalmente por edad o por falta de plazas- que no pretenden más que DISFRUTAR aprendiendo a tocar un instrumento, la alternativa a este rígido modelo curricular de los conservatorios son las escuelas de música. Pero... ¿qué son las escuelas de música?

Las escuelas de música son, generalmente, centros educativos dependientes de un ayuntamiento -aunque hay múltiples variantes de gestión-, cuyo objetivo principal es proporcionar a las personas que desean acercarse a las disciplinas musicales -y también a la danza en muchas de ellas- la posibilidad de desarrollar sus capacidades creativas y su sensibilidad artística. La diferencia con otras instituciones de educación musical como los conservatorios es que las escuelas tratan de dotar a sus enseñanzas de un componente lúdico, emocional y creativo, a través de un plan de estudios flexible y adaptado, en lo posible, a las necesidades de los alumnos. Por ello, no sería muy descabellado afirmar que las escuelas de música están más cerca de un modelo curricular humanista que técnico, en los términos con que anteriormente me he referido a estos aspectos curriculares de la educación en España.

Estos centros de educación musical se crearon con la finalidad de formar aficionados, pero aficionados activos, haciendo posible una organización flexible y adaptada a las condiciones de cada lugar. En consecuencia, cumplen una valiosa función social, formativa y cultural, pues permiten el acceso a la música y a la danza a personas de todas las edades, con independencia de su formación. Tienen un carácter esencialmente práctico desde muy tempranas edades, y pueden tener una gran variedad de planteamientos adaptados a las posibilidades y recursos de las administraciones locales.

Durante las dos últimas décadas, el desarrollo de las escuelas municipales de música en España ha sido de tales proporciones que ha convertido este tipo de actividad en una presencia habitual en nuestros municipios, colocándolas -por lo que respecta a las prioridades municipales- a un nivel muy cercano al de otros servicios educativos o culturales, como bibliotecas o centros cívicos, que, aunque no son obligatorios, son percibidos como imprescindibles, al menos hasta que llegó la crisis.

Este desarrollo ha supuesto un aumento del número de centros dedicados a esta labor, un creciente número de usuarios que se benefician de los servicios que estos centros prestan, y el reconocimiento por parte de las administraciones y de las personas en general del valor social que ejercen en el área de influencia próxima. Además son proyectos que generan no pocos puestos de trabajo, fundamentalmente, a alumnos de grado superior que tienen un primer contacto con la realidad de la enseñanza de la música, permitiéndoles en la práctica una formación pedagógica y didáctica inicial -algo que difícilmente se recibe en un conservatorio superior-, salvando las distancias, sería algo así como el equivalente a las prácticas que hace un estudiante de telecomunicaciones, en los últimos años de carrera, en una empresa relacionada con el ramo.

Pero el éxito del que han gozado las escuelas de música se debe también a que éstas se han mostrado como instrumentos difícilmente sustituibles para la consecución de objetivos que, a principios de los años noventa, sólo unos pocos de los responsables de estos centros creían firmemente en su trascendencia. Así pues, al proponerse facilitar el acceso de los ciudadanos a la práctica musical, han surgido cuestiones referidas no solo a la música (¿qué músicas?, ¿qué prácticas musicales?), o a su enseñanza (¿primero aprender a leer música y después a tocar o al revés?), sino también referidas a su función social (¿puede ayudarnos la música a integrar sectores de la población poco favorecidos?).

Sin embargo, esta excelente oportunidad que ofrecen las escuelas de música, está siendo afectada muy seriamente por la terrible crisis económica y de valores que azota nuestro país. Nuestra capacidad de asombro casi ha desaparecido ante las cada vez más insólitas noticias de corrupción que azotan nuestra cotidiana realidad. La crisis económica ha puesto al descubierto, a su vez, la galopante crisis de valores que padece nuestra sociedad, dando un ejemplo nefasto a las nuevas generaciones que están "respirando" esta contracultura.

El efecto inmediato de la corrupción y, en el mejor de los casos, de la mala gestión de algunos -demasiados según las noticias que nos golpean diariamente- responsables de las instituciones públicas, en un país donde la música no es un verdadero valor cultural, es que los recortes que parecen ser el "ungüento de Fierabrás" que todo lo cura, no perdonan lo que supuestamente es prescindible: la cultura, el arte..., la música.

En el año 2012, en la Comunidad de Madrid se aprueba una ley donde todas las escuelas de música se privatizan. Al poco tiempo en Andalucía se publica un decreto que paraliza toda subvención a las escuelas de música, lo que provoca el mismo efecto que la medida tomada en Madrid. Los ayuntamientos, sin recursos la mayoría de ellos, tampoco ofrecen ayudas, pues las pocas que tienen prefieren invertirlas en la "otra cultura", la que puede dar más votos: ferias, fútbol, toros y fiestas en general. Y, es más, desde las mismas escuelas de música, se sospecha que esto sólo es el comienzo. 

Por ello, aquéllos que estamos convencidos de la validez y necesidad de estas instituciones por su aportación cultural y educativa a la comunidad más próxima, por ser canteras de aficionados de verdad, es decir, que no sólo aman la música sino que la practican y sienten enorme satisfacción en ello, por proporcionar un primer empleo a los futuros profesionales de la educación musical, por reconocer el tremendo esfuerzo de ajuste económico al que se están viendo abocados los profesores de estos centros para que el abandono financiero de los ayuntamientos no les lleve a tener que cerrar las puertas de sus escuelas, y por otros motivos que a mí se me escapan, seguramente, tenemos las obligación moral de contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, al mantenimiento de estos focos de cultura y vida musical. 

Si la selección española de fútbol ha llegado a lo más alto del palmarés europeo e internacional, algo impensable hace unos pocos años, se debe, en gran parte, a la apuesta por parte de las administraciones locales del fomento de las escuelas deportivas en cada municipio, pues de esos cientos de miles de niños que se apuntan al fútbol, algunos son verdaderos talentos en esa disciplina, y cuantas más escuelas, más niños y más talentos descubiertos. Lo mismo podríamos decir del tenis, el baloncesto o el ciclismo..., ¿por qué no poder decir en un futuro lo mismo de la música?

Las escuelas de música, generan muchos verdaderos aficionados de entre los que, de vez en cuando,  se descubren niños con grandes capacidades para la música que, dependiendo de muchos factores, pueden saltar a la formación profesional, y llegar a convertirse en los profesionales que nuestra sociedad española necesita. Por ello, cuantas más escuelas, más posibilidades de aumentar los aficionados activos y de descubrir a tiempo jóvenes capaces de dirigir su formación profesional hacia la música. 

No permitamos el efecto contrario, ayudemos a las escuelas de música, cada uno según sus medios y posibilidades, a seguir realizando su hermosa labor.

JAC
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Una posible forma de ayudar a las Escuelas de Música y Danza andaluzas es firmando la petición a la Junta de Andalucía para que vuelvan las ayudas a las Escuelas de Música y Danza en Andalucía (pulsar aquí)
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3 comentarios:

  1. Comparto totalmente y difundo. Hay muchos intereses que se están aprovechando de esta gran estafa que llaman crisis. Espero que nuestro gremio sea uno más de los que se echen a la calle, de verdad, para intentar evitar un desastre que cada vez veo más cerca. Saludos.

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  2. Los conservatorios elementales tienden que desaparecer, y no es una pena como piensan algunos, es evolución, un proceso que a día de hoy está en curso.

    En países como Alemania, Austria y Holanda no existen los conservatorios elementales, sólo los conservatorios, que vienen a englobar (aproximadamente) lo que en España se conoce como grado profesional y superior. Para las enseñanzas elementales están las escuelas de música, que no siempre son públicas. En estos mismos países las hay públicas y privadas.

    Las ayudas a las escuelas de música públicas eran y serán miserables, pero que se puede esperar de los gobernantes que tenemos...

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    1. Comparto completamente lo que dice Anónimo.

      La evolución en la enseñanza de música tiene que evolucionar, es necesario e inevitable.

      Los gobernantes son los primero en confundir cultura con entretenimiento, y deben pensar que estas enseñanzas no merecen su tiempo y la legislación que merecen.

      Estoy comprobando que de manera subrepticia, las enseñanzas elementales en los conservatorios está siendo minada, con vistas a quitarlas de enmedio; soy partidario del fin, pero no de los medios.


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